De tanto en tanto nos toca vivir una cierta guerra, una instancia inevitable que corona un ciclo, donde se pasa de una luna perfecta a una perfecta ausencia de la luna.
Las Estaciones resultan suicidios del tiempo, y resurreciones. La identidad parece cambiar, para morir de alg{un modo y renacer en otra, que sin embargo, es la misma.
La única posibilidad es Amalfi. Un mundo formidable e ilusorio, azul, tibio, donde el conflicto no tiene lugar, un refugio irreal, como la utopía que lo conserva firme en el recuerdo.
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