viernes, 9 de julio de 2010

Autobiografía Literaria

Como si de una cuadro de Botticelli se tratara, la literatura se me acerca como la redactada génesis que promete viajes interminables hacia dimensiones completamente desconocidas. Así, como si fuese un torrente de promesas intelectuales y emocionales, me llama desde entre las hojas mas sedosas y brillantes, que naturalmente, todavía desconozco.

Y miro, curiosa, con ansiedad en el medio del pecho, hacia arriba, hacie el último de los estantes de la hasta el texho, extensa, biblioteca de mis padres. Por allí, perdido en un ángulo desconocido, stá aquel gran libro de, yo ya sé, sedosas hojas que perpetúa los mitológicos seres fantásticos con los que tanto sueño.

Escalo, como escala el espadachín valiente en la búsqueda de su salida. Escalo solo para que aquel magnánimo libro encuentre mis manos, y deje que ellas sean puente de regocijo de nus ojos sobre sus ilustraciones.

Las escamas de los Dragones de Ciruelo, se impregnan en mis pupilas y se graban como una victoria ganada al tiempo, al espacio, a la gravedad, y hasta la mismísima autoridad paterna.

Legiones de travesuras nocturnas, me convocan a servicios siempre antes de las tres de la mañana, para interpretar los pensamientos metafísicos de Asimov, y acompañar las locas fanasías científicas de Charles Berlitz, en su búsqueda desesperada por justificar su Atlántida perdida.

Una vez frente a los estantes, la batalla comienza: quién primero, quién después, quiénes serán los privilegiados que nutrirán ese mar de conocimientos de tan solo centímetros de profundidad que pretendo habiten mi mente.

Y cierro los ciclos de lectura noctámbulos, sucumbiendo al llamado de Morfeo, que Morfeo, que conociendo mi pasión por las letras, me susurra silencisoamente "Call me Ishmael", porque sabe que sólo de esa forma me acercaría a sus brazos oníricos.

Así como no soy dueña de una única verdad, no fuí adueñada por un solo libro. A los libros yo los amo, los encuentro como se encuentra un amor sorpresivo al otro lado de la calle. No los leo, los sitetizo como sustancia fundamentales para alimentar mi creatividad.

Y por ello me hago errante, vagando entre las miles de esferas de munddos que me proponenen entre sus renglones, sistemáticamente espaciados. Y me encuentro, porque no me es posible definirme sino a partir de aquellos miles de personajes que me componen en cada sensación que solo teniéndolos entre mis manos respresento.

Finalmente asumo mi incapacidad literaria de autoretratar esta natural pasión por la literatura, y cedo a la imainación del lector, las listas inconclusas de las obras que aún no he citado, y que sin embargo, se encuentran latentes tras mis pupilas.

Autobiografía Literaria:la resaca de una consigna que jamás se respeto

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