martes, 26 de octubre de 2010

El arte de Olivar… ("... y dale el olivo al polvo, a las cremas, y al carmín...")

La milonga gira, narcótica y final. Pronto, muy pronto, el instante maldito estallará en medio del salón, chispeará una-dos-tres veces y desaparecerá para siempre. Habrá que estar atentos: desde entonces será tarde para haberse ido, y aún será temprano para quedarse hasta tarde. La trampa estará tendida.

Sentadita en su silla - tañendo acompasadamente un anillo de piedra azul contra el vidrio cantarín de un vaso de vino, anestesiado de esperanza- ella ve cómo la milonga se desvanece a los pies de su sonrisa. Ha bailado poco, y mal, pero sobre todo poco. Allí está ahora, pálida de una pieza, preservada todavía del enfado, ajena. El fracaso aún no es indigno, aunque en poco tiempo lo será; sus manos lo intuyen y la distraen de humores sombríos con el tintineante tañer del anillo sobre el vaso de gaseosa. Aunque no es seguro, quizás sea el momento de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.

A poco metros de allí -ancho en el paladeo de la tanda que tan bien le bailaron, henchido de gloria ese pecho-a-pecho que tan bien le supieron comprender- él cree haber percibido el perfume de aquellos tangos. Ha bailado poco, y maravillosamente bien.

Sobre todo bien, como hacía siglos no sucedía; un obsequio inesperado en el avieso filo de la noche.

Ahora, erguido en la barra, orejeando el naipe de una alegría largamente merecida, pretende insensato que aquella tanda azarosa se prolongue en un milagro. Ancho de Gloria, es tiempo de tomar la decisión; casi lo sabe y sin embargo, no.

La milonga gira. El relámpago pestañea una-dos-tres veces y en alguna mesa de pista el golpeteo cantarín del anillo pierde el compás. Muy cerca de allí, un oscuro perfume de tango de pronto se torna amargo.

El momento de irse ha pasado, y ya no regresa.

A partir de entonces no habrá escapatoria. En medio del agobio, ella se sorprenderá lejos del ritmo y él notará un sabor extraño detrás de su sonrisa. Aún no lo sabrán, pero ya será tarde: debieran  haberse ido y no lo habrán hecho. Descreerán de su propia intuición; resistirán y se obstinarán en sus endebles equilibrios.

Inocente y primaria, ella porfiará en la esperanza de una tanda salvadora: un encuentro que desgravíe sus zapatitos de segunda postura, una abrazo trasnochado que desmienta los tangos que esta noche no bailará. Presumido y Primario, él porfiará en la esperanza de una señal olvidada en el bies de la madrugada, una tanda que le perjure que hoy es siempre.

En algún momento sobrevendrá la realidad. Llegará con los modos suaves de un licor o los ímpetus de un portazo, poco importa.

Ella y él, vencidos, asumirán a regañadientes que hay noches que no se pueden levantar y noches que no se pueden sostener, que ambos deberán haberse ido mucho tiempo antes, que el arte de olivar es una extraña exquisitez reservada al deleite de unos pocos y que -una vez mas, que duda cabe- han vuelto a caer en la trampa.

Pedirán la cuenta, cruzarán la puerta y esperarán un taxi sin haberse conocido.

napo tango

1 comentarios:

Sergio Sebastián Mallea dijo...

Diosa, tengo que ilustrarte alguno de tus textos maravillosos! Genia!

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